Es lunes y es tu cumpleaños, 100 años, ¡lo celebraríamos a lo grande! Porque en mi mente papi, tu no tienes fecha de caducidad.
Nico y César están felices, llenan una piñata con dulces de la Sultana, mientras César dice que su abuelito mágico parece Willy Wonka. Nico quiere ir a México contigo y ver jugar al América, tu equipo favorito. Contamos los días para ese viaje juntos.
Es una mañana alocada, mientras arreglo a tus dos nietos y hago llamadas para que la comida y el pastel estén listos para tu fiesta. Todo debe estar perfecto, perfecto como tú.
Llegamos y nos recibes con esos brazos fuertes que me querían proteger de la crueldad de la vida y pones entre tus manos las caras de Nico y César para besarlos. Manos que trabajaron incansablemente para mí, para ellos.
Después del almuerzo, como hace 27 años, bailamos juntos tu y yo, en medio de ese patio hermoso al que le hiciste un sol. Ahí, pegada a tu mejilla, te digo cuánto te amo.
Despierto bajo las sábanas con miles de recuerdos muertos en una almohada, testiga de mis sueños y miedos.
Es lunes, otro lunes sin ti…
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